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Mostrando entradas de marzo, 2022

Cama de víboras

El alquimista se quitó toda la ropa y se metió en la cama. Las serpientes, todas ellas venenosas y letales, se retorcían bajo las sábanas.  Cuando el mago de la química se tumbó en su lecho, los reptiles no tardaron en enroscarse en sus piernas y brazos. Las más grandes rodeaban su cintura y las más pequeñas cubrían su cabeza como si fueran los cabellos de Medusa. Una situación de pesadilla para cualquier persona normal y de ensueño para un sirviente del diablo. El alquimista gozaba al sentir las caricias de aquellos venenosos seres sobre su piel. El siseo incesante de los ofidios se entremezcla con la profunda respiración del mago. Sus pulmones estaban enfermos como resultado de haber estado expuestos durante décadas a los vapores del laboratorio. La enfermiza obsesión de transmutar el plomo en oro le había robado media vida y ahora en el ecuador de su existencia sentía que las fuerzas de la locura doblegaban su pensamiento.  A la mañana siguiente se despertó temprano, se sentía rejuv

El muerto

Hallábase el muerto sentado en unas rocas,  junto a un arroyo de aguas cristalinas que se deslizaba desde lo alto de la montaña.  El muerto había perdido la carne de la mayor parte de su cuerpo. Las costillas del pecho se mostraban al descubierto y  hacían las veces de jaula que encerraba a una paloma blanca. El muerto había unido alambres de espino a los bordes de sus costillas para formar la prisión completa en donde mantener privada de su libertad a la paloma. La paloma asomaba el pico de vez en cuando entre los bordes de las costillas, contemplando con anhelo el hermoso cielo azul, y deseando con todas sus fuerzas volar muy alto, sintiendo las caricias del viento sobre su sedoso y delicado plumaje. Sostenía el muerto, en su mano esquelética, una hogaza de pan, que simulaba comer, porque tal tarea ya no le era posible realizar, puesto que había perdido todos los órganos y músculos precisos para tal función.  Los muertos no precisan comer, pero ansiaba volver a sentir el sabor del pa

Banquete de caníbales

El señor del Tribunto se limpió los dientes con la lengua, lo hacía a menudo después de comer carne humana. Su lengua era gorda y musculosa, como una serpiente roja de los pantanos, y le ayudaba a esculpir con maestría muchas de las palabras que se unían maliciosamente para formar sus inolvidables y demoledores discursos de dictador. Sus dientes blancos, de magnifico marfil, resplandecían como perlas y contrastaban con su piel negra, tan oscura como los confines más desconocidos del mundo. El aire del salón estaba viciado, el calor y la humedad eran poderosos y lamían la roca de las paredes, como la lengua de un gato sobre la piel de un ratón. Áspera, húmeda y caliente. El perro diamante, señor del Tribunto y unificador de las tribus, entrecerraba los ojos de vez en cuando y sentía los músculos de la cara tensionados, tras haber sometido a sus mandíbulas a varias horas de banquete. Sentía un poderoso cansancio y como su cerebro quería diluirse en un profundo sueño reparador, para dar t

El Gigante Rojo

El dictador colocó su pequeña mano pálida sobre la gruesa piel de acero del gigante, lo hizo en la zona de la mejilla. Percibió una superficie muy fría, no solo por ser de metal, sino también porque la criatura llevaba más cuarenta años muerta, y expuesta a las inclemencias más hostiles del clima ruso. Acercándose al gigante, el dictador le susurro algo al oído. Sus palabras se deslizaron rápidamente como serpientes por el conducto auditivo del robot, para cobijarse, venenosamente enroscadas, en los recovecos profundos y oscuros de su mente. La urna de cristal en que reposaba la momia de acero, y que en un principio le había servido de efectiva protección contra las hostilidades del mundo, se había resquebrajado en mil pedazos.  Con la caída de la Unión Soviética, muchas grandes obras se habían derrumbado por falta de mantenimiento, porque la fragilidad caracteriza a las creaciones del ser humano, incluso siendo colosales, si se las compara con la poderosa obra de Dios.  ¿Acaso se hund

La Tierra del Pan

El dragón estaba dentro de su cueva, pero no era un miserable agujero excavado en la tierra, aunque en los orígenes sí que lo fue. Ahora la caverna era de proporciones colosales, sus paredes bañadas en espesas capas de oro resplandecían de modo cegador, y en cuanto al suelo, resultaba imposible vislumbrar un solo espacio vacío, pues las monedas de oro se amontonaban por doquier. El poderoso dragón dormitaba, mientras esperaba recibir a su invitado, un alquimista llegado del país más grande de la tierra, que respondía al nombre de Rasputín. Rasputín el alquimista, fue escoltado hasta la presencia del dragón, un dios que había bajado de los cielos para gobernar a todos los habitantes de China, y tal vez del mundo también. Los sabios y ancianos del consejo de China estaban disgustados, porque el dragón al que habían criado con tanto amor y tanto esmero desde un huevo, había crecido ya demasiado y se había vuelto excesivamente avaricioso, poderoso y soberbio. Los huevos de dragón

Hola mundo

La literatura es el arte cuyo medio de expresión es el lenguaje.